Cuando duelen los silencios
Por Carlos de la Rosa Vidal
Hay
silencios que son una medicina, luego de solitarios gritos por alguna
desesperanza. El silencio que le ofrece atmósfera a un abrazo. El silencio
encendido al estrechar las manos al término de una compleja negociación. Hay
miradas que son silencio. Sonrisas cómplices que son silencios de optimismo. Pero
hay algunos silencios que duelen más que un porrazo de palabras.
Son
los silencios que apretujan los nervios. Los silencios que acumulan palabras,
que las contienen, que las ahogan. Silencios que envejecen el aliento. Silencios
en resistencia, de prontas despedidas. Silencios que preparan su propio rescate,
para una posible liberación o una callada ausencia.
Duele ese
silencio que suena como el ruido que ya no está presente, pero continúa oyéndose
en la memoria. Y duele. Preferimos que esos silencios nos duelan a nosotros,
que a nuestras familias. Preferimos que esos ruidos de recuerdos nos rasguen
los caracoles del oído, a herir los rostros de inocentes, a infectar los
silencios de los otros.
Cada peregrino
carga sus silencios. Esos apagones de palabras y luces para aprender a llorar.
Porque hasta llorar, cura. Hay silencios que desesperan, que encuentran
comprensión en un silencio acompañado. Hay silencios incurables, que contienen
el peso de muchos ruidos que no han de pronunciarse.
Hay algunos
silencios que duelen, cuyo destino es servir de tránsito hacia silencios
acogedores, hacia sonidos que nos harán arder como aves escarlatas y amarillas.
Hay silencios que continuarán doliendo hasta cremar los huesos. Algunos
silencios, retornarán a ser un soplo, aunque forastero, en la patria de los
silencios comunes. Otros silencios que han dolido, que secaron la memoria con
pausas y retrocesos, se convertirán en silencios que inspiren.
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Carlos de la Rosa Vidal
24 de abril de 2019
Y existen los silencios que deciden hablar,ahora el mio decide que es hora de no temer a mi voz.
ResponderEliminarGracias por ayudar a dar voz al silencio
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